Dentro de un ámbito poblado de cuerpos, y de ropas que visten estos cuerpos, puedes reconocer
a los líderes, a las personas inseguras, a los bien educados, y a tantos otros. ¿Cómo ocurre esto?
A través de la observación de la vestimenta.
Una apariencia impecable es, con frecuencia, el resultado de años de entrenamiento
en manos de padres severos –o años de usar uniforme en la escuela o en el ejército–. Este tipo
de apariencia apunta a una disciplina fuera de lo común que suele traducirse en una ética
fuertemente ejercitada.
Cuando las prendas son demasiado grandes, demasiado pequeñas, están hechas harapos
o no han conocido lo que es una plancha, estamos ante un claro indicador de que el usuario
carece de disciplina y que no se interesa por los detalles. Se considera que es el resultado de
dos experiencias opuestas: o haber crecido en un ambiente en que la vestimenta adecuada
no era una prioridad, o todo lo contrario, haber tenido que obedecer unas normas muy estrictas
y severas en la infancia. En este segundo caso se trata de expresar la rebelión contra la disciplina
impuesta por los padres.
Siempre que veas a alguien vestido a la moda más allá del sentido común, como usar
pantalones cortos en lo más crudo del invierno o sandalias en la nieve, estarás ante una persona
insegura, cuyo único objetivo es seguir ciegamente una tendencia para llamar la atención,
sentirse importante y elevar su autoestima. Por eso, suele darse mucho en los adolescentes, que
creen que todos están pendientes de lo que llevan puesto.
¿Qué obtienes cuando combinas ropa sin marca con accesorios de lujo: un bolso de
diseñador, un reloj de primera o unos zapatos de nivel? Obtienes un look “quiero pero no
puedo”. El sujeto rico no necesita confiar en los símbolos para mostrar su abundancia, sino que
elige invertir en telas exquisitas y confecciones expertas, acompañadas de un calzado a medida.
A su vez, las personas que usan ropas inapropiadas para una situación a menudo son vistas
como poco instruidas. Si ellas desconocen, por ejemplo, las prendas que constituyen un atuendo
de negocios apropiado, los demás asumirán que hay alguna carencia en su educación.
Estos son, simplemente, algunos de los tantos mensajes que podemos transmitir con nuestra
vestimenta. Sin duda, puede haber otros. Lo importante es que la forma en que nos vestimos
dice mucho de nosotros y es vital cobrar conciencia de la capacidad comunicativa de la ropa.