Texto 1

El gallego Ramón Verea ha pasado a la historia por ser el inventor de la calculadora, es decir, de la primera máquina, de unos 26 kilos de peso, que era capaz de hacer directamente operaciones de sumar, restar, multiplicar y dividir en cuestión de segundos y dando como resultado números de hasta 15 cifras. El aparato inventado por Verea podría haberlo convertido en millonario, no obstante, el inventor rechazó todos los intentos de comercializar su máquina y afirmó a un diario que no perseguía más que demostrar que un español era capaz de inventar algo insólito. Su calculadora fue patentada en Nueva York y dejó huella en la historia de la computación como base para futuras máquinas.

Texto 2

Pocos saben que el futbolín fue ideado por Alejandro Campos en 1937 mientras el inventor convalecía en un hospital. A Alejandro le dio pena ver a muchos niños heridos por los bombardeos de la guerra y pensó que había que hacer algo para entretenerlos. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de crear un “fútbol de mesa” y pidió ayuda a un carpintero que construyó el juego siguiendo sus instrucciones. Pese a que Alejandro Campos patentó su invento, no consiguió que el futbolín se fabricase, ya que en aquel momento las fábricas de juguetes eran utilizadas para la producción de armas.

Texto 3

Manuel Jalón pasa por ser uno de los inventores españoles más importantes del siglo XX. Después de revolucionar el mundo de la limpieza con el invento de la fregona, se fijó en el ámbito sanitario y creó unas jeringuillas desechables. Sus jeringuillas eran de plástico y aventajaban a las de vidrio en cuanto a resistencia, menor peso, uso, calidad y facilidad de destrucción. Así que no era de extrañar que su invento triunfara a lo largo y ancho de todo el mundo. Gracias a ese invento disminuyó radicalmente el número de infecciones hospitalarias y se popularizó la vacunación de bajo coste en todo el planeta.

Texto 4

En la lista de los inventores españoles se encuentra también Torres Quevedo, quien en 1907 erigió el primer teleférico. Su invento gozó de gran éxito y enseguida se exportó fuera de las fronteras españolas. De hecho, todos los teleféricos construidos a lo largo del siglo XX se basan en su patente, pero la mayor fama, indudablemente, le dio la construcción del teleférico de las cataratas del Niágara, conocido como El Remolino. Dicho transbordador sigue siendo utilizado tal como fue concebido por Quevedo, permitiendo a miles de viajeros gozar de unas vistas incomparables.